La corte de pelayo oviedo

Pelayo

La pieza central de la Crónica de Alfonso III, escrita a finales del siglo IX o principios del X, es la descripción de un tal Pelayo y su rebelión contra los gobernantes extranjeros sarracenos de la Península Ibérica. Pelayo, según describe la crónica, lideró un pequeño grupo de asturianos en las montañas sin caminos del norte de la Península Ibérica, donde pudieron derrotar y poner en fuga a las mayores fuerzas de los sarracenos en la famosa batalla de Covadonga. La representación de Pelayo ofrece paralelismos con varios gobernantes bíblicos y, además, lo identifica como legítimo sucesor de los últimos reyes visigodos. Así, en la figura de Pelayo se unen elementos «profanos» y bíblicos. Esta combinación lo señala como un «híbrido asturiano de Moisés y Astérix», como ha escrito Peter Linehan. A continuación se mostrarán e interpretarán los diferentes atributos y caracterizaciones de Pelayo en cuanto a su significado en la narración de la concesión de la Crónica de Alfonso III.

La llamada «versión rotense» de la crónica ofrece algunos datos biográficos de Pelayo. Fue portador de la espada de los dos últimos reyes visigodos, Wittiza y Roderic. Por lo tanto, tenía una posición elevada en el antiguo reino, era sin duda de origen real y, por lo tanto, estaba legitimado como nuevo gobernante. Cuando los sarracenos invadieron el reino visigodo, Pelayo se vio obligado a huir con su hermana al norte de la Península. Aun huyendo de los invasores, se convirtió en el mensajero del gobernador sarraceno de Gijón, llamado Munuza. Este Munuza envió a Pelayo a Córdoba para que se casara con la hermana de Pelayo mientras él estaba fuera. Pelayo, al darse cuenta del engaño de Munuza, intentó volver a Gijón e impedir la boda. Sin embargo, las fuerzas sarracenas le impidieron llegar a Gijón y le persiguieron. Mientras Pelayo se escondía en las montañas, una multitud de cristianos se unió a él y lo convirtió en su princeps.

Pelayo 1

Oviedo, antaño centro espiritual de la España cristiana, se encontró con que perdía poder político e influencia religiosa. Terminado entre 1109 y 1112, con las ilustraciones añadidas poco después, el libro sirvió como argumento glorioso de la posición preeminente de Oviedo en el cambiante clima político y religioso de la época.

El Libro de los Testamentos es una inusual supervivencia del patrocinio directo y la práctica de un obispo en la producción de manuscritos y sirve como una notable ventana a los motivos del obispo y los métodos a su disposición para influir en las relaciones políticas.

Los textos se presentan generalmente en una disposición de una sola columna, más parecida a la documentación de la corte que a la disposición en columnas de las obras litúrgicas. Los variados e inventivos guiones de presentación se inspiran en las tradiciones insular, carolingia y tardoantigua.

Encargado y creado en la catedral de Oviedo, en Asturias, la actual España, el manuscrito se encuentra en el archivo de la catedral, un raro ejemplo de un libro que permaneció en su lugar durante nueve siglos.

Rey de castilla y león

O, para ser un poco más precisos, el gobernante visigodo local, Don Pelayo (más tarde Rey Pelayo), derrotó a los moros en la batalla de Covadonga alrededor del año 718, estableciendo un reino cristiano en Asturias, y así comenzó la reconquista de España que no se completó hasta 1492.

Tomé un autobús temprano desde Madrid* y no tenía ni idea de adónde iba ni de lo grande y vacía que era España. Me quedé mirando las interminables llanuras de León mientras conducíamos sin parar, sin ver nada en kilómetros. Horas más tarde, subimos a las montañas del Cantábrico y finalmente salimos a la lluvia torrencial de Asturias. Comprendí que España no era sólo playas cálidas y soleadas, pero no hubo una sola vez que saliera de ese puerto de montaña y no lloviera a cántaros.

Oviedo no se veía muy bien desde el autobús. Parecía monótona y cutre, pero entonces muy pocas ciudades se ven bien desde el punto de vista de sus estaciones de autobuses. La estación de autobuses de Oviedo estaba rodeada de apartamentos que colgaban su ropa en carruseles de tela de araña que sobresalían del patio central donde aparcaban los autobuses. No me gustaría secar mis pantalones a la vista de los viajeros de la ciudad, y temería que se desprendieran y cayeran fácilmente, acabando en el techo de un autobús, para no volver a ser visto.

Conde de león el cid

Pelagio (o Pelayo) de Oviedo (fallecido el 28 de enero de 1153) fue un eclesiástico, historiador y falsificador medieval que sirvió a la diócesis de Oviedo como obispo auxiliar desde 1098 y como obispo desde 1102 hasta su deposición en 1130 y de nuevo desde 1142 hasta 1143. Fue un prelado activo e independiente, que defendió con celo los privilegios y el prestigio de su diócesis. Durante su mandato episcopal supervisó el scriptorium más productivo de España, que produjo el vasto Corpus Pelagianum,[1] al que Pelagio contribuyó con su propio Chronicon regum Legionensium («crónica de los reyes de León»). Su trabajo como historiador es generalmente fiable, pero por los documentos falsificados, interpolados y hábilmente alterados que salieron de su oficina, se le ha llamado el Fabulador[2] y el «príncipe de los falsificadores»[3] Se ha sugerido que se construya un monumento en su honor en Oviedo[4].

Se desconoce la fecha y el lugar de nacimiento de Pelagio. El Liber testamentorum incluye una genealogía que sugiere que Pelagio pudo estar emparentado con las familias asturianas occidentales que fundaron los monasterios de Coria y Lapedo. También hizo una donación a sus propios canónigos de propiedades que poseía en Villamoros y Trobajuelo, cerca de León, lo que sugiere quizás una conexión leonesa[5].

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