Teoria de los principios simples
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Philosophia (2021). https://doi.org/10.1007/s11406-021-00359-xDownload citationShare this articleAnyone you share the following link with will be able to read this content:Get shareable linkSorry, a shareable link is not currently available for this article.Copy to clipboard
La teoría del aprendizaje describe cómo los estudiantes reciben, procesan y retienen los conocimientos durante el aprendizaje. Las influencias cognitivas, emocionales y ambientales, así como la experiencia previa, desempeñan un papel en la forma en que se adquiere o cambia la comprensión, o la visión del mundo, y se retienen los conocimientos y las habilidades[1][2].
Los conductistas consideran el aprendizaje como un aspecto del condicionamiento y abogan por un sistema de recompensas y objetivos en la educación. Los educadores que adoptan la teoría cognitiva creen que la definición del aprendizaje como un cambio de comportamiento es demasiado estrecha, y estudian al alumno en lugar de su entorno, y en particular las complejidades de la memoria humana. Los que defienden el constructivismo creen que la capacidad de aprendizaje de un alumno depende en gran medida de lo que ya sabe y comprende, y la adquisición de conocimientos debe ser un proceso de construcción individualizado. La teoría del aprendizaje transformativo se centra en el cambio, a menudo necesario, de las ideas preconcebidas y la visión del mundo del alumno. La teoría del aprendizaje geográfico se centra en las formas en que los contextos y los entornos moldean el proceso de aprendizaje.
El principio de simplicidad, tradicionalmente conocido como la navaja de Occam, es la idea de que las explicaciones más sencillas de las observaciones deben preferirse a las más complejas. En las últimas décadas, el principio se ha aclarado mediante la incorporación de nociones modernas de computación y probabilidad, lo que ha permitido comprender con mayor precisión cómo la minimización de la complejidad facilita la inferencia. El principio de simplicidad ha encontrado muchas aplicaciones en la ciencia cognitiva moderna, en contextos tan diversos como la percepción, la categorización, el razonamiento y la neurociencia. En todas estas áreas, la idea común es que la mente busca la interpretación más simple disponible de las observaciones o, más precisamente, que equilibra un sesgo hacia la simplicidad con una restricción algo opuesta para elegir modelos consistentes con las observaciones perceptivas o cognitivas. Este breve tutorial examina algunos de los usos del principio de simplicidad en la ciencia cognitiva, haciendo hincapié en cómo la minimización de la complejidad en una serie de formas se ha incorporado a los modelos probabilísticos de inferencia. WIREs Cogn Sci 2016, 7:330-340. doi: 10.1002/wcs.1406 Para más recursos relacionados con este artículo, visite el sitio web de WIREs.
La navaja de Occam, la navaja de Ockham, la navaja de Ocham (en latín: novacula Occami), también conocida como el principio de parsimonia o la ley de la parsimonia (en latín: lex parsimoniae), es el principio de resolución de problemas según el cual «las entidades no deben multiplicarse más allá de lo necesario»,[1][2] a veces parafraseado de forma inexacta como «la explicación más simple suele ser la mejor». «La idea se atribuye con frecuencia al fraile franciscano inglés Guillermo de Ockham (c. 1287-1347), filósofo y teólogo escolástico, aunque nunca utilizó estas palabras. Esta navaja filosófica defiende que, cuando se presentan hipótesis contrapuestas sobre una misma predicción, se debe seleccionar la solución con el menor número de supuestos,[4] y que no se trata de una forma de elegir entre hipótesis que hacen predicciones diferentes.
Del mismo modo, en la ciencia, la navaja de Occam se utiliza como una heurística abductiva en el desarrollo de modelos teóricos y no como un árbitro riguroso entre los modelos candidatos[5][6] En el método científico, la navaja de Occam no se considera un principio irrefutable de la lógica ni un resultado científico; la preferencia por la simplicidad en el método científico se basa en el criterio de falsabilidad. Para cada explicación aceptada de un fenómeno, puede haber un número extremadamente grande, quizás incluso incomprensible, de alternativas posibles y más complejas. Dado que las explicaciones que fracasan siempre pueden ser cargadas con hipótesis ad hoc para evitar que sean falsificadas, las teorías más simples son preferibles a las más complejas porque tienden a ser más comprobables[7][8][9].