Gentilicios de castilla y león

las regiones españolas

Se dice que tanto la percepción de la nacionalidad de España como las distinciones percibidas entre las diferentes partes de su territorio se derivan de factores históricos, geográficos, lingüísticos, económicos, políticos, étnicos y sociales.

La España actual se formó a raíz de la expansión de los estados cristianos en el norte de España, un proceso conocido como la Reconquista. A la Reconquista, que terminó con la caída de Granada en 1492, le siguió un disputado proceso de unificación religiosa y lingüística y de centralización política, que comenzó bajo los Reyes Católicos y continuó intermitentemente hasta el siglo XX. El nacionalismo periférico en su forma moderna surgió principalmente en Galicia, Cataluña y el País Vasco durante el siglo XIX. La moderna división de España en Comunidades Autónomas encarna un intento de reconocer las nacionalidades e identidades regionales dentro de España como base para la devolución del poder.

En algunas regiones se sigue reclamando una mayor autonomía o la plena independencia, lo que entra en conflicto con la opinión de que la descentralización ya ha ido suficientemente lejos[1] Las manifestaciones recientes más dramáticas del separatismo han sido la campaña violenta del grupo vasco ETA a finales del siglo XX y la declaración unilateral de independencia de Cataluña en 2017.

la independencia de cataluña

Los inicios del separatismo en Cataluña se remontan a mediados del siglo XIX. La Renaixença (renacimiento cultural), que tenía como objetivo el renacimiento de la lengua catalana y de las tradiciones catalanas, condujo al desarrollo del nacionalismo catalán y al deseo de independencia[9][10] Entre los años 1850 y 1910, algunos individuos,[11] organizaciones[12] y partidos políticos[13] comenzaron a exigir la plena independencia de Cataluña de España.

El gobierno español remitió la declaración al Tribunal Constitucional español, que dictaminó en marzo de 2014 que la declaración de soberanía era inconstitucional. Sin embargo, el tribunal no rechazó el «derecho a decidir», argumentando que ese derecho no implicaba necesariamente la soberanía o la autodeterminación[40][41].

Al mes siguiente, CiU, ERC, ICV-EUiA y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) acordaron celebrar el referéndum de independencia el 9 de noviembre de 2014, y que en él se formularían dos preguntas: «¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado?» y (en caso afirmativo) «¿Quiere que este Estado sea independiente?»[43] El 11 de septiembre de 2014 tuvo lugar otra manifestación masiva, la Vía Catalana 2014, en la que manifestantes vestidos con los colores catalanes, amarillo y rojo, llenaron dos avenidas de Barcelona formando una «V» gigante, para pedir la votación[44] Tras la sentencia del Tribunal Constitucional, el gobierno catalán cambió la votación por un «proceso de participación ciudadana» y anunció que sería supervisada por voluntarios. [El gobierno español recurrió de nuevo al Tribunal Constitucional, que suspendió el proceso a la espera del recurso, pero la votación siguió adelante[45] El resultado fue un 81% de votos a favor del sí, pero la participación fue sólo del 42%, lo que podría considerarse como una mayoría opuesta tanto a la independencia como al referéndum[46] Posteriormente se presentaron cargos penales contra Mas y otros por desafiar la orden judicial[45].

la independencia de aragón

4Podríamos argumentar que, en efecto, el impacto intelectual de la historia y la etnografía de las civilizaciones exóticas era muy distinto de las condiciones de producción del conocimiento empírico. ¿Estaba la producción de «conocimiento» totalmente desvinculada de su consumo, o debemos más bien reafirmar la unidad última del proceso europeo de formación del discurso sobre otras culturas, desde la investigación y la observación exótica, hasta la reflexión y el debate europeos? ¿Podemos acaso explicar la suerte variable de las nuevas imágenes de las civilizaciones gentiles buscando interacciones particulares entre los contextos de producción y los contextos de recepción, o los resultados fueron más casuales?

12Considerando los diversos ejemplos, podría acusarse a Felipe II de una política contradictoria, pero parece más fructífero subrayar las complejas motivaciones que subyacen a su supresión selectiva de ciertos libros. Como rey de Castilla había heredado una política de secretismo en relación con la circulación de los conocimientos geográficos y los mapas frente a la amenaza muy real que suponían muchos rivales europeos, una política que tenía sentido mientras esos extranjeros estuvieran atrasados en sus conocimientos; de ahí que la cosmografía sistemática de Juan López de Velasco (1574) fuera sólo para uso interno (aunque acabaría siendo publicada por Antonio de Herrera en 1601, bajo Felipe III). Felipe II se preocupó también de apoyar a la Inquisición y a las órdenes misioneras en su lucha contra la herejía en el interior y la idolatría en las colonias. Quizá podamos añadir que, en general, era un gobernante concienzudo y que le gustaba controlar la información, anteponiendo sistemáticamente sus propias necesidades como monarca (ayudado por sus Consejos) a cualquier idea de público lector nacional. También desconfiaba de cualquier república internacional de las letras, ocasionalmente por razones políticas, pero principalmente por un temor muy real a la herejía. Sin embargo, Felipe II no suprimió sistemáticamente todas las obras etnográficas o incluso anticuarias, y de hecho encargó algunas y apoyó la publicación de otras.

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Se dice que tanto la percepción de la nacionalidad de España como las distinciones percibidas entre las diferentes partes de su territorio se derivan de factores históricos, geográficos, lingüísticos, económicos, políticos, étnicos y sociales.

La España actual se formó a raíz de la expansión de los estados cristianos en el norte de España, un proceso conocido como la Reconquista. A la Reconquista, que terminó con la caída de Granada en 1492, le siguió un disputado proceso de unificación religiosa y lingüística y de centralización política, que comenzó bajo los Reyes Católicos y continuó intermitentemente hasta el siglo XX. El nacionalismo periférico en su forma moderna surgió principalmente en Galicia, Cataluña y el País Vasco durante el siglo XIX. La moderna división de España en Comunidades Autónomas encarna un intento de reconocer las nacionalidades e identidades regionales dentro de España como base para la devolución del poder.

En algunas regiones se sigue reclamando una mayor autonomía o la plena independencia, lo que entra en conflicto con la opinión de que la descentralización ya ha ido suficientemente lejos[1] Las manifestaciones recientes más dramáticas del separatismo han sido la campaña violenta del grupo vasco ETA a finales del siglo XX y la declaración unilateral de independencia de Cataluña en 2017.

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